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Jilí, Don Gil y Imón y el origen de gilipollas

Os contamos el origen de gilipollas, palabra imprescindible del acervo castellano que puede haber nacido en Madrid si atendemos al mito de Don Gil y sus Pollas

Meme sobre el origen de la gilipollas, palabra ofensiva que algunos atribuyen un origen madrileño. Meme blanco sobre fondo rojo haciendo una puñeta.
El origen de Gilipollas tiene una vertiente madrileña: Don Gil Imón y sus pollas.

Si acudimos a las bellas palabras del lenguaje castellano para definir las cosas bonitas de la vida, irremediablemente topamos con la palabra gilipollas. Un término versátil sin el cual el castellano se quedaría cojo para decir muchas cosas ¿Y cuál es el origen de gilipollas? Pues depende de si escogemos la etimología o el mito. 


La RAE, que es muy ortodoxa, manifiesta que el origen de gilipollas está en el término caló “jilí”, que viene a significar tontaina, cándido, lelo, simplón. Más tarde iluminados de la lengua castellana cambiaron la “j” por “g” para darle más caché y robarle el término al mundo gitano y listo, chapa, pintura, y de ahí viene gilipollas. 


Pero como los madrileños somos de contar cuentos, nos gusta pensar que él origen de gilipollas, tiene que ver con el mito de Don Gil Imón y sus pollas (hijas, mentes sucias). ¿Y quién era este ilustre señor? Pues según se dice, Baltasar Gil Imón de la Mota, fue abogado, juez y consejero de Felipe III, allá por el siglo XVII. Le fue bien a Don Gil Imón que fue Caballero de la orden de Santiago, fiscal del consejo real de Castilla, Contador mayor de cuentas de Felipe IV y gobernador del consejo de Hacienda. Casi ná. 


Según reza el mito el Señor Don Gil tenía tres hijas, Fabiana, Feliciana e Isabel, que deberían ser de belleza distraída y de inteligencia dispersa según cuentan las malas lenguas de la época.  Como todo padre del siglo XVII, la misión de Don Gil Imón era buscar un marido de bien para sus tres hijas.


Aquella empresa debió ser complicada por los deficientes atributos de las doncellas, y el buen Don Gil no se perdía una fiesta de alta alcurnia, dejándose ver por todos los bailes de alta sociedad en busca de un candidato pudiente para colocar a sus hijas, que por cierto, pronto empezaron a ser conocidas como las Gilimonas


A pesar de la tenacidad del padre, la fealdad de las hijas las postulaba más como monjas que como esposas. De hecho vistieron los hábitos aunque no por Fe sino por costumbre de la época dicen algunos, castigo dicen otros, por saltarse los mandados del padre Don Gil y del Rey. 


Volvamos al origen de gilipollas. El pobre Baltasar no conseguía casar a sus hijas a pesar de haber recorrido más fiestas que Chimo Bayo (Hu Ha) . Como en Madrid somos pícaros y un poquito malvados, pues la mofa y las burlas comenzaron a perseguir a Don Gil Imón, al que los vecinos madrileños empezaban a ver como un tontaina. 


¿Y cómo pasó de ser un tonto para la sociedad madrileña a ser el origen de gilipollas? Pues fácil, cada vez que don Gil e hijas acudían a una fiesta de alta sociedad eran anunciados como Don Gil y sus pollas, que era la manera en la que se llamaban a las mujeres en edad de casar. Ha llegado Don Gil y sus pollas… Don Gil y pollas… ¡pum! Gilipollas. 


Y según reza el mito de ahí viene esta maravillosa palabra que sirve para tantas cosas. Igual la RAE no está del todo de acuerdo con esto e insiste en que viene del término caló de jilí y de la versión con g, pero es que la historia de don Gil Imón y sus pollas es tán buena que hay que darla por cierta.


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